JOAN MANUEL SERRAT
No voy a ser yo quien descubra la genialidad de un cantautor que ha compuesto obras de arte en 2 idiomas. Son múltiples las canciones suyas que conforman la banda sonora de mi vida y debo darle las gracias por ello. Aunque luego no comparta alguna de sus opiniones en otros temas, coincido en los contenidos de las letras de sus canciones, que son poesía y filosofía en la mayoría de los casos y también en que ambos somos del mejor equipo de fútbol del mundo: el F.C. Barcelona.
En el caso de algo personal, la canción que quiero homenajear aquí, tiene plena vigencia hoy en día, porque cuando uno la escucha o lee su letra, no puede evitar ver a los líderes actuales de las grandes superpotencias, Usa, Rusia, Corea del Norte y China, retratados y ridiculizados. Al mismo tiempo, uno se plantea la gravedad de estar en manos de esos dementes y nos hace reflexionar sobre que deberíamos hacer algo para cambiarlo.
ALGO PERSONAL
Probablemente en su pueblo se les recordará
como cachorros de buenas personas,
que hurtaban flores para regalar a su mamá
y daban de comer a las palomas.
Probablemente que todo eso debe ser verdad,
aunque es más turbio cómo y de qué manera
llegaron esos individuos a ser lo que son
ni a quién sirven cuando alzan las banderas.
Hombres de paja que usan la colonia y el honor
para ocultar oscuras intenciones:
tienen doble vida, son sicarios del mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.
Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad,
viajan de incógnito en autos blindados
a sembrar calumnias, a mentir con naturalidad,
a colgar en las escuelas su retrato.
Se gastan más de lo que tienen en coleccionar
espías, listas negras y arsenales;
resulta bochornoso verles fanfarronear
a ver quién es el que la tiene más grande.
Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz,
juegan con cosas que no tienen repuesto
y la culpa es del otro si algo les sale mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.
Y como quien en la cosa, nada tiene que perder.
Pulsan la alarma y rompen las promesas
y en nombre de quien no tienen el gusto de conocer
nos ponen la pistola en la cabeza.
Se agarran de los pelos, pero para no ensuciar
van a cagar a casa de otra gente
y experimentan nuevos métodos de masacrar,
sofisticados y a la vez convincentes.
No conocen ni a su padre cuando pierden el control,
ni recuerdan que en el mundo hay niños.
Nos niegan a todos el pan y la sal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.
Pero, eso sí, los sicarios no pierden ocasión
de declarar públicamente su empeño
en propiciar un diálogo de franca distensión
que les permita hallar un marco previo
que garantice unas premisas mínimas
que faciliten crear los resortes
que impulsen un punto de partida sólido y capaz
de este a oeste y de sur a norte,
donde establecer las bases de un tratado de amistad
que contribuya a poner los cimientos
de una plataforma donde edificar
un hermoso futuro de amor y paz.
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