INSOMNE -2- EXTRAÑO

Tiempo actual. Madrugada del Martes.

Ante la luz espectral producida por el relampagueo, que deja poco efectiva la aportada por mi pequeña linterna, la habitación aparece como un dormitorio moderno, aunque no nuevo.

Aprecio un gran ventanal al fondo, por donde se ilumina el cielo oscuro nocturno con el relampagueo de un rayo cercano. Hay tormenta, pero no había anteriormente. El día había sido tranquilo y soleado en Alicante y no existía ninguna previsión de que pudiera producirse una tormenta eléctrica.

Los muebles, los accesorios y elementos que alcanzaba a vislumbrar me parecían ajenos, no solo a mi vivienda, sino casi a mi tiempo, como fuera de lugar.

Pero todo eso no fue lo que me dejó perplejo y desubicado…. Lo más impactante y para lo que no estaba preparado, era su mirada fija y penetrante, que me observaba complacidamente, como si llevara tiempo esperándome.

No supe que hacer durante varios segundos. La oscuridad había vuelto y mi linterna apenas arañaba ligeramente la penumbra, pero yo sentía sus ojos sobre mí.

Tenía que hacer o decir algo y me encontré esforzándome en filtrarlo todo para reaccionar de manera inteligente. Al final, sin que hubiera decidido formalmente que hacer, me salió un – ¿Quién es usted?- y mi voz sonó mucho menos segura de lo que me hubiera gustado.

Pareció una eternidad, pero solo fueron un par de segundos los transcurridos antes de que me contestara. Su voz sí que sonaba tranquila y sosegada, lo que no me pareció tan tranquilizador fue su respuesta -¿Quién quieres que sea?

¿Qué clase de respuesta es esa? Pensé, evaluando de nuevo la situación. Un extraño que está en mi casa… Bueno… o yo estoy en la suya. Mi mente ya no podía asimilar tanta incoherencia y me estaba poniendo muy nervioso.

El extraño intervino para intentar calmarme, interrumpiendo mi espiral de agitación nerviosa y me invitó a sentarme. En fin, ¿qué cambiaba eso la situación?… Volví a respirar hondo y me senté intentando aparentar tranquilidad. La silla también era extraña, con un diseño que no había visto nunca, pero era cómoda y me relajé ligeramente, dejándome acomodar por su respaldo.

Hice acopio de la seguridad que pude y volví a hablar -No se trata de quien quiera que sea, quiero que me explique qué está pasando, donde estamos y quien coño es usted-. Acerté a decir con un tono bastante aceptable.

Su mirada se fijó más aun en la mía, como intentando captar toda mi atención. Lo cierto es que era casi hipnótica… y muy lentamente me contestó: -Todo a su debido tiempo.

Otro relámpago… Seguíamos en penumbra y pareció que compartimos esa idea, ya que en ese instante tocó un punto de la mesa y del techo surgió una luz clara y transparente que iluminó la zona de la habitación en la que nos encontrábamos. Todo me resultaba muy extraño y volví a repasar mentalmente las opciones con las que pudiera identificar esta situación, pero estaba demasiado aturdido y su mirada me tenía “conectado”.

Aproveché el momento para observarle más atentamente y hacer alguna anotación sobre su aspecto: era mayor, debía tener más de 80 años. Sus rasgos envejecidos eran afables y transmitían bondad, lo que había hecho que me relajara un poco, dentro del desasosiego lógico por lo extraño del momento. Vestía con un kimono o una bata de estar por casa, blanca, pero le quedaba elegante en la parte superior del cuerpo, que era la que podía ver desde mi posición.

Él continuaba guardando silencio, pero ahora la luz aportaba un plus de normalidad a un escenario tan absurdo. Acerté a apagar la pequeña linterna, lo que me permitió desbloquearme un poco y reponerme de mi situación de asombro. Justo cuando iba a insistir con mi interrogatorio, me interrumpió sin brusquedad. –Sé que necesitas respuestas, pero a veces éstas deben llegar como una iluminación, no como una explicación poco creíble.

-¿Poco creíble? Creo que ahora mismo no sé en qué puedo creer y en qué no. Pero sí, algo a lo que pueda agarrarme no estaría mal- Tal vez fui demasiado sincero, pero ya era tarde y debía mantener el tipo –¿Algo podrás decirme?- y mi voz sonó casi como un ruego, aunque intentara dotarla de fuerza y temperamento.

-Créeme que te entiendo mejor de lo que tú piensas. Tengo muchos años y sabe más el Diablo por viejo, que por diablo-

-¿Eres el Diablo?- Y un escalofrío me recorrió la espalda esperando su respuesta.

-Ja, Ja, Ja- Su risa me heló la sangre ¿Qué significaba? ¿Qué lo era, o que le hacía gracia que lo pensara? -¡No soy el Diablo! Era una frase hecha. No estés tan a la defensiva. Estoy aquí para ayudarte y puedes confiar en mí.

Medité un instante sobre sus palabras y decidí que no podía confiar en él. De hecho en ese momento no confiaba ni en mí mismo y me parecía que mis sentidos me estaban jugando una mala pasada. De todas maneras empezaba a sentirme un poco más cómodo con la situación e intenté animar la conversación –Entonces tachamos lo del Diablo.

-¡Sí, táchalo! Aunque una cosa te voy a decir, tampoco soy un santo… Creo que Dios y el Diablo están en cada uno de los hombres.

-Si eres un testigo de Jehová, hubiera preferido un horario más al uso- Me noté un poco más centrado al acercarme al sarcasmo. Siempre me he movido bien en esos diálogos ambiguos entre lo serio y lo sarcástico.

-¿No estabas estudiando Filosofía? Me pareció que podría plantearte temas existenciales- Ahí me pilló desprevenido y me volvió a descolocar ¡Sabe cosas sobre mí! Me volvieron todas las dudas de golpe -Sería una pérdida de tiempo, que habláramos solo de temas intrascendentes ¿No te parece?

Me preguntaba lo que me parecía… No estaba yo muy católico, pero tampoco veía cómo abordar el asunto… Temas intrascendentes… Temas existenciales… ¿Qué diablos estaba pasando?

La tormenta eléctrica había remitido y ahora llovía copiosamente. Me quedé mirando al ventanal y me entretuve en seguir la caída de las gotas que resbalaban por el cristal. Me sentía muy cansado y solo me apetecía irme a dormir. La inquietud y el miedo me habían sobreexcitado. Seguía intrigado y quería respuestas, pero por otro lado, estaba pegándome el bajón… Cerré los ojos un momento, pero seguía viendo los ojos del extraño. Se me calló la linterna de la mano, pero no tenía importancia.

No le había preguntado su nombre. Fue lo último que pude pensar…

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